30.11.2020

LD_¿Por qué Psicoterapia presencial?

Decibelios ensordecedores en un concierto con 3000 personas saltando y alzando los brazos, el berrido de gol en eco de los inchas en un campo de fútbol, el aliento contenido ante el salto mortal de un trapecista a 5 metros de nuestra butaca... son experiencias en vivo que nos zarandean. Retransmitidas, sin embargo, el impacto queda anestesiado.

 

 

El sufrimiento o malestar es producto de nuestra posición ante las situaciones, ante las decisiones sobre alguna lógica, obvia o absurda, hecha de lenguaje, pero que la sufrimos (y disfrutamos) en el cuerpo.

Una terapia, comienza al abrir la puerta. La mirada, el saludo, la escucha, la presencia, la materia del terapeuta y el espacio físico de la consulta, delimitan y sostienen ese malestar íntimo que pesa, que tiene una masa que al cuerpo le cuesta manejar.
El paciente deposita el material de trabajo, las palabras del discurso invisible siguen una lógica cuya consistencia tiene un correlato objetivo: el cuerpo. El malestar no está en otro lugar que en el cuerpo.

En una terapia, la lógica de lo que conviene no es ningún enigma. Lo que es un enigma es ese empuje a repetir maneras de funcionar que nos debilitan, que nos desalientan, que nos hacen caer, de manera más figurada o menos.

Detrás de la pantalla, en 2D, la masa queda excluida, el peso del malestar no se pone a circular, no se puede manipular. En el on-line, hay una descorporización, el paciente y el terapeuta quedan filtrados, anestesiados, el malestar queda suspendido en un flotamiento que lo hace inasible, inmanipulable.

Es el cuerpo el que se alivia y se resiente, la repercusión siempre es física. Si el cuerpo está implicado en la causa, ¿no sería entonces una fantasía excluirlo de la terapia para encontrar cierto arreglo más llevadero?

Cristina Andrés

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