CINE_Un diván en Túnez (o la palabra liberada)
La ópera prima de Manele Labidi viene a contarnos una historia de una joven psicoanalista formada en París, que decide volver a Túnez su país de origen justo después de que tenga lugar la revolución social y política de la “Primavera Árabe”. Sus tíos le dejan un piso en la azotea de un edificio del barrio de Ezzahra. Allí empieza a recibir pacientes. De Paris trae una fotografía de Freud con un fez y la cuelga en una pared de su nueva consulta, posiblemente para recordarle cómo hacer su práctica en un país que sale de un régimen totalitario.
Selma lleva consigo la marca de dos mundos y, sabiéndolo o no, se erige en un agente transcultural. Trabajo no le falta, los pacientes van acudiendo a su consulta para encontrar un lugar donde alojar sus dudas, insatisfacciones y resolver historias pendientes. Una sociedad que empuja para transformarse y que ve como su vida anterior empieza a tambalearse, acercándoles aún sin saber demasiado a la soledad e individualismo de la post-modernidad.
Selma es para el nuevo sistema un elemento incómodo: ¿Cómo regular la práctica de una psicoanalista en un país que acaba de despertar a la democracia?. El gobierno no se lo pone fácil, debe conseguir permisos pero no está muy claro qué debe hacer para obtenerlos. Selma insiste en su deseo de ser analista y no retrocede ni ante un policía -con el que mantiene un juego de atracción- ni una funcionaria para poder continuar con su trabajo.
Vemos como una peluquera, un imán, un panadero y su sobrina frecuentan su consulta para hablar y, en ese hablar, transformarse al igual que la sociedad lo va haciendo en su conjunto. La libertad de expresión es correlativa a la libertad de palabra de cada quién y la consulta de Selma deviene un lugar donde hablar de los efectos en cada uno frente a este cambio político-social. ¿Cómo hacer para que la consulta de Selma sea un lugar donde salir con un saber sobre la verdad de uno y no un lugar de peregrinaje dónde exhortar culpas inconfesables?
De eso va la película, de ir más allá de los ideales políticos, sociales y feministas que podrían hacerse en una primera lectura de la película. Apuesta difícil porque hacer una crítica de la vida cotidiana de lo que ocurre en una consulta no es fácil. La película desea ser una comedia ligera que invite a la reflexión, alejándose del drama tan característico de las películas árabes de los últimos tiempos. Se agradece el optimismo de Manele Libidi y de cómo consigue que el psicoanálisis sea una práctica posible. Aún con todas estas buenas intenciones, la película se hace tan ligera que algunos personajes son una caricatura de un retrato, perdiendo la posibilidad de que el espectador se adentre en la complejidad humana de los personajes.
Helena Valldeperes